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Límites

Un niño a los que sus padres le ponen horarios de alimentación y de sueño o que sabe claramente donde están sus juguetes, suele saber a qué atenerse y se siente más protegido. Internalizar límites de niños, se convierte en un factor de protección clave durante la adolescencia
Los expertos coinciden: si los padres dejan que los niños tomen las decisiones sin ningún tipo de orientaciones, los pequeños terminan haciéndose cada vez más egocéntricos y no podrán más tarde ponerse a sí mismos sus propios límites. Por si fuera poco, un niño al que nadie le dice a qué hora debe ir a dormir, cuándo y cómo lavarse los dientes, qué comer y qué no, se siente desprotegido, inseguro y no desarrolla una buena autoestima.
De ahí que aprender a poner límites a nuestros hijos, ayuda a formar sus personalidades, a internalizar valores, a desarrollar hábitos y a hacer que los hijos crezcan en autonomía para que, a futuro, sean capaces de optar y desarrollarse libremente por sí mismos.
El tema no es fácil para ningún padre, pero es un factor clave de la educación de los hijos y, como padres, también es posible que podamos aprender.
Muchos padres que sienten que no pueden controlar a sus hijos en la forma que ellos quisieran. En la mayoría de las situaciones, el problema se debe a que los progenitores no han sabido poner límites desde el principio.
Es una situación común, hoy se combinan dos factores: un estilo de crianza más permisivo y el que los padres pasen muchas horas fuera de casa trabajando.
"El tiempo para estar con los niños es poco y cuando los papás llegan tarde, más que disciplinar desean jugar con sus hijos". Sin embargo, poner límites a los hijos es muy necesario para su buen desarrollo. "Cuando el niño va creciendo no sabe qué es lo correcto". Los padres son sus guías en este camino.
"Es normal que entre los 3 y los 6 años sean voluntariosos, oposicionistas y demandantes. Por lo mismo es importante que los límites sean claros desde esta fase, porque sino en la etapa escolar el niño va a tener dificultad en ponerse límites a sí mismo, va a andar a encontrones con los otros y su desobediencia se va a acentuar".
Se suma además, un cambio brusco en la forma de crianza que ocurre entre la etapa preescolar y escolar. Van a un jardín donde se preocupan de cada niño en particular. "Pero después entran a la escuela donde cada uno es un alumno más dentro de una gran clase y donde se espera que se autocontrole, atienda a la maestra y haga sus tareas".
Si los papás no le ponen límites, llega un momento en que el menor no sabe qué hacer y como no tiene la pauta de sus padres se siente angustiado. En cambio, un menor que ha tenido límites que lo contengan se siente más seguro, suele tener una buena autoestima y le es más fácil adaptarse a las nuevas exigencias. El error que muchos papás cometen es que no se atreven a darles órdenes a sus hijos. Pero eso no implica ser tirano, sino que simplemente es ejercer su rol de padres y guías. Es más fácil empezar con las normas lo más temprano posible porque mientras más chicos son más dependientes del adulto. Se parte con las cosas básicas, como las horas de comer y de dormir. Paralelamente hay que irle dando al niño autonomía en materias adecuadas a su edad, por ejemplo, que elija sus juguetes o su ropa hasta cierto punto.
Requiere eso sí de que la pareja converse el tema muy bien y prepare una estrategia para hacerlo. De paso hay que comunicarle al niño que las cosas van a cambiar porque es bueno y necesario para él.

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